viernes, 2 de enero de 2009

El Accidente (segunda parte)

escena II
El Café

(Ella espera sentada en el sofá de la casa mientras que él se adentra en la cocina, las puertas son de bisagra abierta, empuja las puertas y se cierran tras él como en un “saloon” del oeste. Desde el sofá ella se queda observando de nuevo la casa, se levanta y comienza a tocar los muebles, a ver las figuritas de las estanterías y a observar las fotografías, esta vez las del salón. Un aroma a café que le resulta familiar le hace volver la cabeza. Él está detrás de ella con una bandeja con dos tazas vacías, una cafetera, un recipiente blanco para la leche, azúcar y dos cucharillas. Al verle se asusta.)

Ella.-
¡Dios! Que silencioso es usted, me ha dado un susto de muerte.

Él.-
(Ríe) Lo siento, no pretendía asustarle. Aquí tiene el café.

(Ambos se sientan, ella en el sofá grande, él en un pequeño sillón justo en frente de ella. Están separados por una pequeña mesa en la que ha dejado la bandeja. Cada uno se sirve su propio café)

Ella.-
Muchas gracias.

Él.-
No hay de qué. Bueno y exactamente ¿Dónde se le ha parado el coche?

Ella.-
Pues no muy lejos de aquí, debajo del gran árbol de la carretera, si vive aquí seguro que lo ha visto alguna vez.

Él.-
El Sauce de la carretera. Sí, lo conozco, demasiado bien además.

Ella.-
¿Por qué dice eso?

(De repente el recipiente de la leche estalla por los aires, asustándoles a los dos y manchando de leche el sofá, el sillón, algunas fotos, incluso ellos mismos, la leche había salido tan disparada que podía encontrarse leche en las paredes, en las puertas y en el suelo de las habitaciones contiguas.)

Ella.-
Madre de Dios. La leche debía estar demasiado caliente.

Él.-
Hace tiempo que no utilizo estos recipientes quizá este estaría un poco agrietado. ¿Se ha manchado mucho? Cuánto lo siento.

Ella.-
No ha sido nada, estoy bien. Ha sido el susto más que nada.

Él.-
¿Quiere que le traiga un trapo y se limpia?

Ella.-
No de verdad, no importa, no ha sido mucho.

(Él se queda mirando fijamente las manchas de leche por toda la casa, mira como gotean de la mesa y forman un charco en el parqué agrietado, como resbalan por la pared, como caen de la nariz de ella mientras se limpia los brazos. La leche cubre gran parte del salón)

Él.-
¿Tanta leche había en la jarra?
(Ríe)
La próxima vez que haga café para dos pondré la mitad de leche.

(Ella se dirige hacia la pared, viendo como algunas de las fotos han quedado manchadas.)

Ella.-
¡Cómo lo siento! Se le han manchado algunas fotos.

Él.-
No importa. Ahora las limpiaré.
(Él desaparece por un instante, y trae consigo unos trapos y un cubo.)

Ella.-
Deje que le ayude.

(Él le presta uno de los trapos y ambos se disponen a limpiar las fotos. Todas las fotos son de su mujer y de sus hijas, su mujer en el jardín recogiendo flores, sus hijas en un columpio colgado en lo que parece ser el árbol del porche, fotos de cumpleaños y en el centro su propia foto de boda.)

Debía querer mucho a su familia. Fue un golpe duro ¿verdad?

Él.-
Sí, lo fue. Realmente nunca me he llegado a recuperar. A veces intento quitar todas las fotos, renovar la casa, rehacer mi vida de nuevo. Pero ya no me apetece. No quiero a nadie viviendo aquí y si rehago mi vida quiero que sea en otro lugar ¿sabe? En otra casa, en una casa dónde no haya nada que me recuerde a ellas.
Creerá que es una tontería, pero a veces incluso creo verlas, las tres juntas. Mi mujer en el sofá con mi hija pequeña y la mayor pintando paisajes en la alfombra, sentada en el suelo.
Yo pienso que en cierto modo sí están, o al menos algo de ellas sigue aquí conmigo. O lo que puede ser más triste que mi imaginación se las invente por no poder olvidarlas.
Pero bueno, esto es lo que me ha tocado. Yo sé que lo superaré, con el tiempo lo haré. Pero todavía es muy pronto, el olor de ella no ha desaparecido de mi cama todavía e intento no dormir en ella. Pero hay veces que la sensación de vacío es tan grande que me obligo a imaginarme que están de viaje, o que ella está en el mercado y las niñas de excursión y por la noche llegarán las tres a dormir. Pero nunca ocurre.
Bueno creo que esto ya está. No hace falta limpiar más.

(Él coge uno de los trapos y se lo mete en el bolsillo, los trapos que están húmedos los deja en el cubo, mientras ella se le queda mirando sin saber que decir)

Ella.-
Es normal que le ocurra, lo de verlas quiero decir, a veces cuando un sentimiento o un hecho es tan fuerte se queda impregnado en la atmósfera y parece que se repita continuamente hasta que se consigue olvidarlo.

Él.-
El café se ha quedado frío, seré mejor que haga más.

Ella.-
Da igual yo me lo tomaré frío, y por la leche no se preocupe, lo tomaré solo.

Él.-
Está bien.

Ella.-
Ya es completamente de noche. No sé porque me parece que no van a venir los de la grúa. Debería irme.

Él.-
Pero ¿Dónde piensa ir a estas horas?

Ella.-
Esperare dentro del coche, no quiero molestarle más.

(Ella se bebe el café de un trago, y se levanta)

Él.-
No lo dirá en serio ¿verdad?

Ella.-
¿Y qué quiere que haga?

Él.-
Pues no lo sé, volver a llamar, o quedarse hasta que salga el Sol. Es muy tarde para andar, se podría perder, no hay muchas mas casas alrededor.

Ella.-
Tiene razón, pero es que en cierto modo lo veo ilógico.

Él.-
Entiendo que pueda ser extraño, no es su casa, casi no me conoce pero creo que no tiene otra opción.
Haga una cosa, siéntese en el sofá y cuando tenga sueña se acuesta en la habitación así no será tan extraño.

Ella.-
Está bien, me quedaré.

(Ella se sienta en el sofá y se pone cómoda, se quita los zapatos. Sus pies parecen hinchados de haber andando.

El.-
¿Quiere algo?


Ella.-
Dormir estoy muy cansada.

(En cuanto dice eso sus ojos empiezan a cerrarse, pero justo antes de que lo hagan…)

Él.-
No puedo verla así, déjeme que le acompañe arriba.

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